Por: Fernanda Regalado/Editorial.
Después de las Elecciones a la Presidencia de la República llega el cambio de gobierno. La transición al priismo. En la semana se ha hablado de que si el PRI es el mismo que nos gobernó por más de 70 años o si es un partido nuevo, que si Calderón hizo un buen trabajo, que la famosa y controversial guerra contra el narco, que el cerco de seguridad en San Lázaro o que si siempre sí hay ley seca o no. Pero uno de los temas más sonados es el del desempleo.
La INEGI dio a conocer en octubre de este año que en México la tasa de desempleo se ubicó en 5.04 porciento de la Población Económicamente Activa (PEA), lo que quiere decir es que dos millones 589 mil 498 personas se encuentran sin empleo. Es una cifra preocupante, una cifra que se difundió a casi nada del final del sexenio en curso. Algunos dirán que la nueva organización en realidad sí cambió y mejorará la situación del país, otros en cambio, aseguran que es lo peor que le pudo pasar a México, la opinión: dependerá de si eres rojo, azul o amarillo. Seguro es que, sin importar tu preferencia política, como mexicano quieres creer que sí, todo va a estar bien; que EPN nos dará la sorpresa y que más que una imagen rentable, resultado de la publicidad, sea la respuesta a lo que México necesita. Nuestro salvador.
O tal vez es eso en lo que nos hemos estando equivocando todo este tiempo, esperar en una persona el cambio que todos necesitamos. Cuando las cosas están mal culpamos a los mismos y sólo esperamos a que ellos lo mejoren. Esperamos. Y esperamos. El problema es que la familia del mexicano desempleado no puede esperar, la madre soltera no puede espera, un recién egresado de la universidad tampoco, ni los estudiantes que con ansiedad saben que pronto tendrán que salir a buscar trabajo.
Salir a buscar trabajo. Es ahora cuando pienso en el actor Tom Hardy en la película “El Origen”: ‘You mustn't be afraid to dream a little bigger, darling’ (No debes temer a soñar un poco más en grande, querido.), dice su personaje antes de disparar un lanzada-granadas. Creo que es hora de que México use su propia artillería pesada y no precisamente de manera literal, por supuesto.
Pensemos en grande y en lugar de buscar un trabajo, habrá que crear uno. Vivimos en una era donde las distancias se acortan, la comunicación crece y la información viaja de un lugar a otro en cuestión de segundos. Una era en la que la opción de ser autodidactas nunca había sido tan fácil. Los tiempos del ‘hágalo usted mismo’. Hagamos todos la tarea: jóvenes y adultos, para lograr el cambio que queremos. Por ahora la idea de un Jesucristo con copete y su intervención divina no parece factible.
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